lunes, 16 de mayo de 2011

Dimol&PinkPosts III

El hilo de la memoria

Entre los millones de neuronas que conforman nuestro cerebro se halla reservada una parte para almacenar recuerdos, un determinado número de neuronas responsables de guardar vidas enteras, infinidad de archivos que ni el más poderosos de los ordenadores pudiese llegar a poseer jamás, es lo que denominamos memoria. La memoria, una palabra dónde cabe todo, cabe sabiduría, el primer día de cualquier cosa, la noche de aquel beso, el último adiós. Pero a veces y con la edad, ese grupo celular se olvida de funcionar, se vuelve  torpes y mezclan la realidad con momentos con los que fuimos, vimos, sentimos. Mientras tanto y cuánto más intenso se torna el olor a guadaña, el neurotransmisor de la alegría deja de segregarse dando paso a la eterna cara de la tristeza acompañando al individuo hasta el último suspiro
Afortunadamente, existe otro grupo de células que dan la fortaleza, la paciencia, y energía a las personas que cuidan de quién deshila su memoria. MUJERES, en su mayoría que componen una realidad rural, dónde se infravalora su esfuerzo y capacidad, intrépidas heroínas capaces de levantar pesos increíbles, correr como balas, ejercer de doctoras, enfermeras, cocineras, de luchar contra cualquier adversidad, capaces de sonreir. Éste grupo de células construyen el corazón. Un corazón que en su caso está más y mejor desarrollado que si bien, no hay comprobación científica de ello, sí se demuestra de forma social en la cotidianidad de un pueblo como el mío donde muchas de las mujeres conviven con el Alzheimer.

Sirva éste artículo, sin pretensiones de homenaje, pues no soy quién, como elogio a éstas valientes. Para que vuestros corazones no se pierdan en la memoria.

Diego Molina Lozano



  

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